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9 de noviembre: a 30 años de la caída del Muro de Berlín

Hace 30 años, la noche del 9 de noviembre de 1989, fue derribado el Muro de Berlín, que dividió la capital alemana durante otras casi tres décadas.

Pero el Muro de Berlín no solo dividía a esta ciudad: dividía a toda Europa y era el símbolo de un mundo bipolar en el que dos potencias, Estados Unidos y la Unión Soviética, eran los polos de influencia.

Su caída posibilitó la reunificación alemana y fue precursora de la desaparición de la Unión Soviética y del final de la Guerra Fría.

Aunque parezca que el Muro de Berlín cayó de un día para otro, en realidad puede considerarse la culminación de un proceso.

En todo el bloque soviético soplaban vientos de cambio y para Carmen Claudín, investigadora especializada en historia rusa y soviética del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB) —un think tank con sede en Barcelona y especializado en asuntos internacionales— esos vientos tenían su origen en Moscú.

«La caída del Muro no hubiera sido posible sin las políticas de (Mijaíl) Gorbachov en la URSS», dice la experta.

En marzo 1985, Gorbachov se convirtió en secretario general del Partido Comunista, lanzando un dramático programa de reformas.

Su política conocida como «Glasnost» (apertura, transparencia) consistía en eliminar las prácticas de la represión estalinista y darles más libertades a los ciudadanos soviético, que vieron como presos políticos eran liberados y los periódicos publicaban artículos críticos hacia el gobierno.

Estas políticas se dejaron sentir no solo en la URSS, sino también en algunos de los países satélites de la Unión Soviética en Europa.

El 9 de octubre, una multitud sin precedentes de 70.000 personas se manifestó pacíficamente en el centro de Leipzig exigiendo libertad. Por primera vez se atrevieron a pasar por la temida sede de la Stasi. «¡Wir sind das Volk!», cantaban («¡Somos el pueblo!»).

 

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